Era solo un rastro de la existencia
Eran las primeras horas del día
de uno de esos días lluviosos,
en la cama quedaban los restos
de un testamento de promesas
a destiempo.
Era el viento de septiembre
esparciendo las cenizas del cadáver
en tus ojos de ternura disecados
por la sombra real y constante
de la muerte.
No existen palabras que lo describa
palpar tu cuerpo, hundirme en él
y usar solo palabras gastadas
tan usadas que han perdido su peso
y su garganta.
Sigo atraido por el rastro ensangrentado
que va dejando la muerte,
antes de que me corte las alas
sigo perdido buscando aquel poema
que justifique mi existencia.
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