Conversaciones de ascensor

Siempre, estoy harto, hasta los cojones.

-Hola ¿qué tal? ¿a que piso va? -eso es lo que se dice-

-esto es lo que estoy pensando-
Me cago en la leche, ya tengo que compartir el puto ascensor y pararme en un piso que para mí no es necesario. A poner la cara de simpatía por educación, coño, hay que joderse.

-Mira que hace frío -te dice la ancianita-

-Pues si que es verdad, el invierno ha venido frío -respondo indiferente-

-esto es lo que estoy pensando-
Joder, pero porque no eres capaz de sacar otro tema de conversación que hablar del puto tiempo, ¿qué te crees que soy gilipollas y no sé que hace un frío que se me hielan las bolas?. Me cago en la puta, porque la gente para no sentrise violentada cuando está en un ascensor tiene que abrir la boca para decir chorradas.

Pongo mi sonrisa, cínica, esa que está entreabierta, a puntito de partirse el culo de risa por ser el prototipo de situación de conversación de ascensor. Sí me río de ti, que no tienes nada interesante de que hablar. Háblame de Paco Vázquez, de Ibarreche o de Fraga, de futbolístas, trapecistas, músicas o de la calaña que va a los Goya, o incluso puedes hablarme de como se droga últimamente la gente, pero joder ¡¡NO ME HABLES DEL PUTO TIEMPO!!.

Me río, sonrio, miro como va subiendo, de uno en uno, el número de pisos que esta máquina de conversaciones absurdas asciende.

Joder, y yo sin poder hacer lo que verdaderamente me gustaría hacer en este tiempo perdido que le lleva del 0 al 12. Peinarme, retocarme cada pelo, para salir peor peinado de lo que estaba, para cantar algo de Calamaro, o simplemente poner muecas delante del espejo como un auténtico gilipollas.

En fin, piso 9, ha llegado. Al final, esta ancianita ha resultado agradable. No me ha vuelto a decir nada, y es que cuando no hay conversación, hay que asumirlo, por muy aburrida que estés.

Sigue subiendo. Ya puedo seguir haciendo el gilipollas.